Atrevido articulo de la famosa revista "The Economist" en enero de 1988:
[...] "Dentro de 30 años , los norteamericanos, japoneses, europeos, y la gente en muchos otros países ricos, y algunos relativamente pobres, pagarán por sus compras con la misma moneda.
Los precios serán cotizados no en dólares, yenes o marcos alemanes, sino que en, digamos, el fénix.
El fénix será patrocinado por empresas y consumidores, ya que será más conveniente que las monedas nacionales de hoy en día, que para esas fechas será algo más atractivo."[...]
En enero de 1988, esto parecía una predicción subrealista. Las propuestas de la unión monetaria eventual proliferaron hace cinco y diez años, pero difícilmente prevén los retrocesos de 1987. Así todo los bancos centrales siguen el guión, fieles a su lógica, no la a nuestra.
Los gobiernos de las grandes economías trataron de desplazarse hacia un sistema más unificado de tipos de cambio, provocando el aumento de las tasas de interés que llevaron a la caída de la bolsa en octubre en el famoso crash de 1987.
Podéis ver lo comentado en este vídeo que publiqué hace un año donde busco puntos de encuentros con la actualidad:
Podéis ver lo comentado en este vídeo que publiqué hace un año donde busco puntos de encuentros con la actualidad:
La nueva economía mundial
El mayor cambio en la economía mundial desde principios de la década de 1970 es que los flujos de dinero han sustituido al comercio de bienes como la fuerza que impulsa los tipos de interés, como resultado de la integración de los mercados financieros globales.
Las fronteras van cayendo, la globalización avanza y con ello, el atractivo de una unión monetaria a través de, al menos, los principales países industrializados parecerá irresistible para todos, excepto, evidentemente para los brokers de divisas y los gobiernos. Pero con una divisa global, la adaptación a los cambios en los precios sería automática , más bien como sucede hoy entre las diferentes países dentro de Unión Europea. La ausencia de todo riesgo de cambio estimularía el comercio , la inversión y el empleo, ese será el mensaje y el eslogan de campaña para su implantación.
Una nueva divisa global impondría fuertes restricciones a los gobiernos nacionales. Más perdida de soberanía sobre su divisa. El suministro de esa nueva moneda en el mundo sería fijado por un nuevo Banco Central. Cada país podría utilizar los impuestos y el gasto público para compensar las caídas temporales de la demanda , pero tendría que pedir prestado en lugar de imprimir dinero para financiar su déficit presupuestario.
Pérdida de soberanía económica (libertad) a cambio de "seguridad". Se repite el patrón, pues incluso en un mundo de tipos de cambio más o menos flotantes , los distintos gobiernos han visto su independencia política marcada por un mundo exterior hostil.
Con el tiempo, el valor de la nueva divisa global frente a las monedas nacionales dejaría de tener importancia , porque la gente elegirá su comodidad y la estabilidad de su poder adquisitivo.
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